miércoles, 7 de marzo de 2012

Tus ojos son del color del agua estancada. Pero no son sucios. Son limpios y son acusadores. Son bonitos. Son lunáticos, cuerdos, insensibles, jodidamente intensos. Me das miedo, me das seguridad, me haces sentir débil y poderoso y después débil otra vez. Y giramos. No hay mareos. No los hay.


Quiero posarme en tus manos, que tengas el poder, eso es placentero. Quiero tener la sensación de que puedes cogerme entre tu pulgar y tu índice y que puedes quebrar mi espalda como si fuese un insecto. Es maravilloso. Es irresponsable. Es muy yo. Y tan tú...


Quiero tirarte a la piscina, que te ahogues en las palabras, las caricias y los susurros, susurrarte a GRITOS. ME GUSTA GRITAR. No estoy bien, me encuentro genial. 


Quiero pasear contigo en una bicicleta sin ruedas. Sobre la Primavera. La Primavera no es una estación. La Primavera es un estado de ánimo que empieza donde empiezas tú. Desde tus pies a la cabeza, desde la cabeza a los pies.


No soy un mago de las palabras, soy un abuelo con un smartphone. Pero se juntarlas. Un poco. Tal vez no. Me da igual.


Eso es lo curioso. Que todo me da igual.

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