martes, 28 de febrero de 2012

Hace mucho que no escribo. Mi vida es una canción cutre de Chenoa. Cuando tú vas yo vuelvo. Cuando tú vienes yo ya estoy saliendo y sí, demás sandeces poperas de los ya lejanos años 2000. Joder, como queda de vintage tratar a los 2000 de años distantes, como si fuesen los 60, los 70 o ese cúmulo de hombreras y colores horteras llamados los 80.


Cosas que quedan muy lejos y cosas que empiezan, que no sabes por qué empiezan, que no sabes a dónde van ni si quiera sabes de dónde vienen pero que te dejan una sensación en el cuerpo de bienestar amargo, de sonrisa  que se muestra detrás de los labios y que solo se puede ver con rayos X. Pero ahí está. Presente.


He ido a Madrid este fin de semana. Han pasado muchas cosas que por un mínimo respeto a mi intimidad no puedo contar en un blog. Pero todo ha sido muy bizarro. Casi de comedia romántica. De hecho creo que un guionista ha estado siguiendo mis pasos, me sentía como Hugh Grant (no sé si he escrito bien el nombre). El señor Grant es el típico tonto que todo le sale mal a la hora de interactuar con la chica en cuestión pero que después por misterios de la vida esta no termina asesinándole o algo por el estilo.


Madrid me encanta, Madrid es mod. Es gente bien vestida que parece que están siendo fotografiados en todo momento salvo por la mañana. Por la mañana son personas tristes. Bien vestidas y tristes. Eso no es coherente, para ir triste vístete mal. Fuencarral mola. Hasta Getafe en cierto modo mola. Es como un lugar ajeno al bullicio que se está desarrollando a escasos 15 minutos de allí. Es muy familiar.




Qué más contar. Todo lo demás sería volver a lo de siempre. Pero en esta entrada de blog cuento precisamente que las cosas ya no son ni van a ser como siempre.